El Arte: Sermón Paralelo del Padre Mateo

Por:  José Antonio Pérez Ruíz, Ph D.

               Los fervores expresivos, aportados por la humanidad, durante el trayecto milenario que va forjando su caracter individual y colectivo, le provee a mitos y leyendas la chispa mantenedora de sus vigencias.  Cuando abordamos los afluentes valorativos de estas y otras expresiones, nos topamos con el tejido originado por las tradiciones suscitadas por narraciones que el paso del tiempo y el poder fecundador de la vida ha enriquecido material y espiritualmente.  Entre los relatos salvados de las etapas iniciales del Cristianismo,  cobró fuerza la prescencia de San Lucas Evangelista.  Su protagonismo alcanzó gran importancia por haber sido uno de los conversos pioneros de origen romano.  Su ejemplaridad no se limitó a emplear sus conocimientos en legarnos el evangelio que lleva su nombre, aunque ello hubiera sido suficiente para que su nombre trascendiera a nosotros.  Tuvo además el desprendimiento de ofrendar todos sus talentos en pos de acercarnos el reino de Dios.  Entre los estudiosos de los principios remotos de las escrituras, se ha llegado a especular que fué San Pedro, quien le transmitió los pormenores de la existencia y obras de Jesús de Nazaret.  Una vez las internalizó y se sintió testigo vicario de los hechos que despertaron su fé, les imprimió el carácter histórico-literario indispensable para transferirlo a sus contemporáneos y a las generaciones futuras.  Entre otros atributos se ha llegado  a afirmar que fue medico.  Probablemente lo antes expresado puede constatarse en su versión de la muerte y crucifixión donde se aprecian conocimientos propios de un galeno.  Otros le han adjudicado dones artísticos que le vinculan a la pintura y entre sus realizaciones se le atribuye un alegado retrato de la Virgen María.  Las certidumbres de lo señalado, debemos adscribirlas hasta hoy a todo cuanto aceptamos por fé.  No obstante, de haber sido cierto, la reflexión nos indica que las artes plásticas se encuentran íntimamente asociadas al proceso de gestación de la Iglesia.  No recuerdo que ese argumento se haya esgrimido en aquellas disputas bizantinas medievales que desbordan a la actualidad en relación a si las representaciones sagradas deben ser o  no agentes sustanciadores de los recintos sagrados.

 

               Hoy que tenemos la oportunidad de disfrutar una nueva exposición del Reverendo Padre Mateo-Mateo, me vienen a la mente todos aquellos sacerdotes que han alabado al Todopoderoso,  a través de sus dones creativos.  Su vocación ha estado íntimamente relacionada a la “Congregación de ls Sagrados Corazones de Jesús y María”.  Mateo nació en 1923 en Navarra, España y durante sus noventa años de vida, hasta el momento, ha sido un misionero perenne.  Ha cumplido con sus deberes ministeriales con todo rigor.  Paralelamente ha desarrollado un cuerpo de obras pictóricas  la cual cultiva con dedicación monacal.  Esa actividad va tomada de la mano a su encomienda de defender y difundir sus principios Católicos.  Desde que profesó sus votos fue destinado a paises en diferentes latitudes y  ese peregrinar le trajo a Puerto Rico.  Al igual que San Pablo, su valija revela el ABC de la subsistencia, a la cual le agrega un sobrepeso fundamental para su alma, los pinceles y colores que le acompañan desde su temprana juventud.  Su vínculo con sus herramientas se asocia a las enseñanzas de los maestros Casimiro González y Emilio Sala, quienes le animaron a ese aprendizaje paralelo suscitado al hacer copias de las Obras Maestras radicadas en los Museos.  En su caso, fueron las colecciones del Prado y el Museo de Arte Moderno en Madrid, las que le sirvieron de puntos referenciales.  Dichas prácticas, las realizaba durante las fugas madrileñas, cuando sus estudios teológicos le concedian licencia para incursionar en las artes.

 

               De todos es sabido que la cultura y erudición de Mateo se manifiesta  a través de discursos honestos, cuyo verbo simple, sabio y sublime refleja la humildad de quien reconoce la primacía de las verdades eternas.  Traslada a sus cuadros los principios sembrados en sus sermones,  asi estos vienen a ser una extensión de sus alocuciones, debido a que tiene claro que Dios “…no quiere riñas entre materia y espíritu..”  Su quehacer pictórico debe mucho al impresionismo, al punto que las profundidades alcanzadas emanan de perspectivas bien logradas y de intenciones fervorosas que filtran destilados nostálgicos. Lo cierto es que sus paisajes, incluyendo aquellos donde la arquitectura irrumpe mostrando perfiles urbanos, dialogan simultáneamente con los procesos restauradores de lo existente y la brevedad de la vida.  “Todo cambia, menos el cambio mismo” fue la conclusión de Heráclito ante las realidades experimentadas, esa máxima parece tener eco en los óleos y acuarelas ante nuestra consideración.

 

               Su proceso artístico, es aparentemente sencillo, sin embargo alcanza sustraer la naturaleza de su entorno profano.  Parece que su  intención es ubicar los panoramas, en espacios utópicos intermedios donde podemos catar las maravillas cotidianas que de tanto convivir con ellas se tornan imperceptibles a la mirada común.  Con la sutileza propia del pensamiento místico, Mateo las extrae de los ambientes indiferentes y las emplea como medio para contactar con la realidad suprema.  Vemos así, al artista, que hace uso de su habilidad para captar elementos ambientales como lo es la acción de la brisa, los registros atmosféricos, los fulgores solares que por ser factores intangibles resultan poco usuales en las representaciones pictóricas.  Por ejemplo, trasladar al lienzo los vapores de la humedad, es una labor interpretativa que le permite acoger la evidencia que facilita al contemplador  el acoger las  revelaciones latentes en el medioambiente.  La suma de todas esas presencias meteorológicas, al obrar concertadamente sobre el soporte, generan fulgores cromáticos que escapan a la mirada por su fugacidad aunque se alejan permanentemente en el recuerdo .  Al apresarlos, Mateo nos ayuda a reencontrarlos con esos vuelos imaginativos que a su vez originan respuestas íntimas.  Cuando ello sucede, se genera un fenómeno de recontemplación en el cual se asoman metamorfósis fantásticas donde lo sensible y lo inteligible se integran en un solo pensamiento.

 

               El Padre Mateo-Mateo, tiene  que claro la necesidad consolidatoria de la inspiración inicial, es el paso vital de las artes.  Ese empuje fundamental, queda a merced de interpretaciones eventuales que movilizan evocaciones y reacciones susceptibles a reactualizaciones sucesivas.  Expone en sus piezas una estética reflejadora del equilibrio delicado, impulsado por ese tipo de afectividad purificadora, desplegada cuando se buscan imágenes arquetípicas.  Sus labores dan la impresión de ser visiones previas que se condensan una vez han sido integradas a la memoria para ser conceptualizadas en las dimensiones etéreas de la existencia.  A través de sus talentos, Mateo parece hacer causa común con San Irineo, de hacer partícipes a todos de los beneficios divinos.